El cinismo del FMI y la complicidad de la ONU -junto con la
hipocresía de otros organismos oficiales y de los países con doble rasero- son
realidades que definen desde hace tiempo cuál es la auténtica dinámica que
mueve el poder en el mundo a espaldas de los ciudadanos. Estas entidades y
otras, tratan de justificar los flujos migratorios con la utópica búsqueda de
mejores oportunidades económicas pero en realidad se trata de una sutil
herramienta para cubrir el forzado paro nacional para beneficiarse de una mano
de obra más barata y explotable. Ninguno de estos mecanismos y entidades
oficiales tienen la valentía de reconocer que la verdadera causa del éxodo
migratorio reside precisamente en las guerras interesadas que ellos mismos
generan como consecuencia de las ambiciosas exigencias de su exacerbada
globalización, fruto de esa reducida oligarquía financiera que busca el control
del mundo y de los mercados para su propio beneficio.
Se critica viralmente a Trump, pero la Unión Europea y otras
naciones aprueban medidas para frenar la llegada de inmigrantes a través del
Mediterráneo central u otras zonas. Se censura el posible muro a México pero
nadie habla de la conflictiva frontera del sur mexicana o de la Valla de Ceuta y Melilla en España. Eso sin contar con la propuesta conocida como “Reglamento DublínIV”, que está siendo elaborada por la Comisión Europea para determinar qué
Estados serán los responsables de examinar las solicitudes de protección
internacional y sus efectos letales para los refugiados.
Tampoco hay que olvidar las estimaciones de la francesa
Marine Le Penn ("no se puede garantizar la seguridad de un pueblo si no se
es capaz de proteger las fronteras nacionales") o las últimas
declaraciones de Sahra Wagenknecht, líder del partido alemán Die Linke
(izquierdistas poscomunistas), que tras los atentados en Alemania ha criticado
duramente al gobierno de Angela Merkel por la apertura incontrolada de fronteras a
inmigrantes y refugiados y por la austeridad presupuestaria que ha mermado los
recursos policiales hacia el control de las fronteras. Si a todo ello le
sumamos las tendencias europeas hacia políticas de extrema derecha, parece ser
que las propuestas actuales de muchos Estados europeos y otros países
implicados, se decantan hacia una voluntad política encaminada a cerrar Europa
a los flujos de desplazados.
Carlos Flaqué Monllonch