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BLOG DE CRÍTICA Y REFLEXIÓN SOBRE ARTE Y ACTUALIDAD CULTURAL

martes, 21 de enero de 2020

VIVIENDO AL OTRO LADO DEL ESPEJO


  Un estigma sucede cuando alguien te ve de una manera negativa por alguna característica distintiva física o mental y considera esta diferencia como una desventaja ante el conjunto. Lamentablemente, es frecuente que haya creencias y actitudes negativas hacia las personas que padecen alguna afección de salud mental. El estigma puede dar lugar a discriminación, la cual puede ser evidente y directa, por ejemplo, si alguien hace un comentario negativo sobre la enfermedad mental o sobre el tratamiento. Puede también ser no intencional o sutil, como cuando alguien te evita porque asume que podrías ser inestable, violento o peligroso a causa de tu enfermedad mental. Las personas estigmatizadas son enviadas al ostracismo, devaluadas, rechazadas y despreciadas. Experimentan discriminación ataques y un profundo estrés psicológico que termina empeorando la situación. Las personas estigmatizadoras usan el estigma para la deshumanización, amenaza y aversión hacia el otro. Les sirve para “mejorar” su pretendida autoestima, superioridad y bienestar, comparándose con personas que parecen menos afortunadas. Los enfermos mentales suelen ser estigmatizados de peligrosos, impredecibles e incomunicables.


    Toda realidad posee distintas versiones de sí misma. Decidir cómo se vive en ella depende pues de quién y dónde. El mundo vive y se desarrolla en torno a estas variables versiones. Y es que todas las distintas sociedades funcionan según su propia dinámica, a veces mal definida como “normal”, y otras como su contrario. Cuando todo va bien, las personas se dinamizan dentro de ese constante movimiento de fluctuaciones, pero a veces hay quien no encaja en el agitado proceso, o simplemente siente y percibe la realidad de forma desigual y única. Cuando esto último sucede, se produce un desajuste mental que tiene sus negativas consecuencias, tanto para quien lo sufre como para el resto de personas de su entorno. Y es que todo aquello que desborda la tendencia “normal”, sencillamente se desarticula, y por tanto, es desatendido, marginado como un estigma, generando por fuerza propia todo tipo de prejuicios, temores y rechazos. Las personas que lamentablemente sufren estas perturbaciones, quedan excluidas de la sociedad, con su ser completamente roto. Sin embargo, esta dura realidad no solo afecta a las personas desajustadas, es una realidad que nos afecta a todos y por ende todos podemos caer en ella.

    Estamos hablando de los trastornos mentales, un estigma que concibe fuertes barreras invisibles que las personas con problemas de salud mental se ven casi obligadas a superar, si desean hacer posible su proceso de recuperación. Precisamente en este punto es donde reside el apoyo que pueden ofrecer los profesionales e instituciones especializadas que, día a día, se esfuerzan por conocer y tratar estas dolencias, y a ser posible, solventarlas. Superar pues las viejas metodologías ya obsoletas y acercarse a las nuevas tendencias psicoterapéuticas, es la clave para lograr avances y eficaces recuperaciones.


    Veus contra el estigma (1) es un reportaje que arranca como un grito de conciencia y dolor sobre este tema, pero también es un clamor unísono de todos aquellos profesionales, pacientes y familiares que, de una manera u otra, están conectados y relacionados en esta compleja espiral de estigmatización. Conjuntamente tratan de abrir puertas nuevas en pos a encontrar respuestas más efectivas que conduzcan más humanamente a la cura y a la inclusión social. El reportaje es, por tanto, una profunda reflexión humana y psicológica que trata de dar luz a ese túnel oscuro donde los afectados quedan atrapados como sombras perdidas. Es comprender que son seres humanos, que viven atrapados entre la confusión y el miedo, entre la turbación al qué dirán y la ocultación forzada de lo que padecen y nadie entiende. Es tener que soportar la agitación por tener que estar justificando constantemente las dolencias que sufren, argumentando excusas para que socialmente puedan ser camufladas y aceptadas. Es tener que vivir con la etiqueta de que estás loco aunque nadie sepa lo que esto significa realmente. Es vivir, en definitiva, encerrado entre muros que lentamente van minando  la existencia del afectado. Son sensaciones que se desprenden de los testimonios del documental, donde los protagonistas hablan de sentimientos muy duros, de hostilidad, de culpa, de aislamiento y soledad, de carencia empática, de desprecio, de dependencia, de marginalidad, de mal trato e incomprensión, y sobre todo, de mucha impotencia por no saber qué hacer, hecho agravado por el profundo convencimiento de que el paciente siente que perjudica a su entorno, tanto personal como familiar y social (sentimiento de autoculpa).

    El primer caso es Edgar, un claro planteamiento de lo que significa y se siente cuando la sociedad incomprensiblemente tilda a un ser humano de loco, un vocablo muy despectivo que arranca de tiempos antiguos y que hoy en día aún se mantiene para definir a esas personas que, por sus características especiales, son singulares, distintas, diferentes por su forma de comportarse y de entender la vida. Es una realidad desajustada que entra al choque con lo aceptado por la sociedad y lo que se desencaja de la norma conducta comúnmente aceptada. Cuando esta línea se quiebra, la gente no afectada siente pánico, buscan alejarse de las personas que sí los sufren. Son sujetos que no entienden lo que pasa, asocian a los “locos” al sufrimiento, a lo desagradable, a lo agresivo y a la más absoluta carencia de control. Es por ello que sienten aprensión, desconfianza, desprecio, incluso usan la burla para marcar su supuesta territorialidad hacia lo que consideran como normal. No importa lo que las instituciones y profesionales diagnostiquen, ven el estigma como una terrible amenaza social y personal.


    Los casos de Elisenda, Ángel, David y de tantos otros, hacen referencia a crisis no entendibles por aquellos que no las padecen, y sobre todo a cómo se tratan médicamente desde el punto de vista de la psiquiatría convencional, usando metodologías que la gran mayoría de veces dejan al paciente bajo un completo estado de dependencia e inacción. El documental busca transmitir que otros puntos de vista psicoterapéuticos son posibles, y que el cambio es factible gracias al buen trabajo de muchos profesionales especializados que insisten en trabajar líneas más progresistas y humanas. Todos los casos descritos son muy ilustrativos, ejemplifican esa pugna dual entre lo que socialmente es considerado como “normal” e institucional, y lo que significa estar y sobrevivir en el otro lado de esa doliente realidad. Por otra parte, el reportaje también hace hincapié en ese dilema que todavía subyace entre las diferentes concepciones y tratamientos de la psicomedicina ortodoxa y las terapias más progresistas, es decir medicación y contención frente a diálogo y psicoterapia.

    Varias de las asociaciones y entidades que se mencionan en el documental ya trabajan con persones que, siendo diagnosticadas con algún trastorno mental, buscan participar en las nuevas fórmulas de tratamientos con el fin de  reconstruir una mirada libre de prejuicios. En definitiva, lo que el reportaje trata de decir es que otras vías de recuperación son posibles, y que esas líneas de trabajo son una eficiente alternativa a la psiquiatría tradicional. Constituyen una reformulación del sistema de salud mental para que permite las personas afectadas puedan ser reconocidas y tengan derecho a escoger el tratamiento más adecuado para su caso, en lugar de ser sometidas al uso desmedido de ciertas medicaciones que simplemente no curan, pero aturden y crean graves efectos secundarios. Son nuevas metodologías que ofrecen la manera de reducir o eliminar los ingresos hospitalarios, especialmente los de larga estancia, así como las terribles contenciones físicas y mecánicas donde se inmoviliza al paciente en sus camas. Estas nuevas voces reclaman más empatía y atención psicoterapéutica personalizada, más respeto al paciente y una actitud de mayor diálogo abierto. Son profesionales y colectivos que defienden reformular los  protocolos y tratamientos de salud mental en lugar de mantener el sistema de terapias con fármacos, muchas veces no justificado o inaccesible de ser costeado por los pacientes o el propio sistema sanitario, generando por consiguiente reclusión y abandono. Son asociaciones y colectivos profesionales que también demandan una mayor inversión en la prevención y en los nuevos tratamientos, así como un incremento de los recursos laborales y de las investigaciones. Son toda una conciencia colectiva que buscan en definitiva una mejor recuperación y reinserción social en los pacientes.


    El reportaje muestra algunos referentes actuales que trabajan exitosamente estas nuevas tendencias de renovación psicoterapéutica. El proyecto finlandés Open Dialogue, de renombrada fama mundial, y cuyos resultados en Laponia (2) han logrado los índices más bajos de esquizofrenia en el mundo, es un prestigioso ejemplo. Luego está el trabajo realizado por la red pública de salud mental de Girona, que ha conseguido reducir tres veces menos la tasa de reingresos en Catalunya siendo además las más baja de Europa. Finalmente cabe citar el acreditado y eficiente trabajo realizado por la Clínica Psiquiátrica Ticino, Suiza, donde desde hace tres años no se ata a ningún paciente a la cama ni se usan habitaciones de aislamiento. Los resultados son altamente asombrosos. El propio psiquiatra de la institución, Thomas Emmenegger, es lo deja muy claro: Lo que cura a un paciente es el afecto. No hay terapia sin simpatía.



    Muchas veces las personas aquejadas de trastornos mentales simplemente necesitan encontrar un medio que les permita liberar y canalizar positivamente su singularidad, es decir, un proceso mediante el cual puedan plasmar y dejar fluir hacia el exterior su propia realidad interna hasta alcanzar un sosiego que permita una mejor autoestima, compensación e incluso un reconocimiento social. Actividades conductoras como el desarrollo de las artes, la práctica de algunos deportes, la comunicación oral y escrita, así como otras actividades, pueden forjar ese puente transmisor que conecte la realidad personal y angustiosa del paciente con esa otra realidad externa que no entiende y a la vez lo rechaza. El documental ejemplifica con algunos casos este dilema y esa alternativa como nueva forma de terapia frente al tradicionalismo psiquiátrico que opta mayoritariamente por metodologías más restrictivas y herméticas, y que agravan más el dolor, sufrimiento, aislamiento y estigmatización de los pacientes aquejados. La pintura, la escritura, la confección de artesanías, las conversaciones abiertas, etc… son alternativas que permiten a los pacientes desarrollar una canal de expresión capaz de descomprimir su oscura problemática. La técnica Open Dialogue (Diálogo Abierto), por ejemplo, es uno de los sistemas más apropiados y más efectivos que existen en el mundo para tratar los casos de esquizofrenia y otras dolencias. Gracias a este método, Laponia Occidental tiene una de las tasas más bajas de esquizofrenia del mundo. Es una terapia que trabaja a partir de hablar con el paciente, que hablen de sus delirios y alucinaciones, porque ellos son fuente d información crucial para comprender ciertos temas y emociones, la mayoría de las ocasiones muy difíciles lograr en base a fármacos, ataduras, camisas de fuerza y celdas de aislamiento. 


    Esas viejas técnicas resultan inexpresables porque parten de un concepto equivoco: ven a los afectados como enajenados, individuos peligrosos y sin vuelta atrás. Las nuevas técnicas cambian su punto de enfoque: a los pacientes con delirios se les da la posibilidad de ser escuchados y así se sienten más tranquilos; ven que alguien les muestra interés, escuchan aquello que expresan. En este punto la función del psicoterapeuta es clave. Paralelamente lo es también el entorno familiar del paciente. Todo depende de los casos, de ahí la importancia de personalizar las terapias. Y es que toda la información que transmite el afectado es de transcendental para conocer su problema, analizarlo, darle sentido, y finalmente darle una eficaz solución, siempre y cuando el paciente esté preparado para ello (Anni Haase, psicóloga clínica y psicoterapeuta Policlínica Keropudas de Tornio, Laponia, Finlandia). Es más, el psiquiatra y psicoterapeuta de adolescentes Kari Valtanen, de la Policlínica Kelm, también en Finlandia, es otro profesional que trabaja el método del Open Dialogue con sus pacientes: Trabajamos las crisis primero hablando con la persona que los sufre, sin administrarle neurolépticos, a no ser que los síntomas sean muy graves. En este caso la administración farmacológica es con dosis muy bajas; las dosis elevadas afectan a la funcionalidad del paciente. Es por ello que la detección precoz es crucial en este tipo de metodologías pues entre el primer síntoma hasta que se detecta el trastorno, transcurren dos meses. En este periodo se puede trabajar tomando el problema en su parte más incipiente. Otras de las ventajas que se trabajan con Open Dialogue es que los pacientes más recuperados o curados -llamados usuarios expertos - participan en las sesiones terapéuticas dando soporte y experiencia a los pacientes que están en peores condiciones. Tiia Törmänen y Laura Hekkanen son dos ejemplos que especifican su experiencia en el documental. Como compensación de haber logro superar sus propias dolencias, ambas coinciden en dedicar sus vidas como trabajadoras sociales a fin de ayudar a pacientes que están padeciendo problemas mentales.


    Lamentablemente aún existe una deformada concepción de lo que significa sufrir un trastorno mental, pues la mayoría de la sociedad, incluso profesionales y estamentos relacionados, todavía relacionan locura con anormalidad, agresividad y violencia, o bien con manicomios, electrochoques, aislamientos y lobotomías, todo ello una concepción heredada por esa influencia popular de tiempos anteriores, ficciones y tópicos que, en lugar de evolucionar, se han ido arraigando y perpetuando en la sociedad como una forma irracional de describir aquello que no se comprende o es diferente. Sin duda, esta herencia es cultural y responde a la siguiente cuestión: ¿para qué invertir esfuerzos en algo que no es útil a la sociedad?

    Tampoco podemos obviar el factor económico y el de la financiación, tanto a nivel institucional, como a niveles de pacientes y personal relacionados con los tratamientos. Cabe saber que la gran mayoría de los pacientes no pueden asumir los elevados costes que suponen las medicaciones y sesiones, así como los gastos los pacientes ingresados y que deben permanecer, por diferentes razones, hospitalizados durante largos períodos de tiempo. Los costes de mantenimiento y manutención son muy elevados y repercuten en la sociedad. Eso plantea la necesidad de una hospitalización diferente, más flexible, más abierta, más humana, más efectiva a corto plazo. El objetivo de las nuevas tendencias es precisamente lograr cerrar los centros mentales de larga duración (popularmente conocidos como manicomios, loqueros o sanatorios mentales), porque en realidad son muy perjudiciales para los pacientes pues no logran recuperarlos. Nuevas fórmulas se hacen necesarias, como trabajar los diferentes aspectos de la vida cotidiana de una manera más integral y familiar, más directa y sencilla, donde las personas aquejadas se sienten que son parte de algo común y se sienten útiles. Los pisos compartidos, por ejemplo, son una idea eficaz que últimamente se está trabajando porque ofrecen una mejor autoestima y una mayor calidad de vida a los pacientes.

   Es necesario entender que cuando se vive por diversas razones y en soledad situaciones y emociones que por su complejidad o forma son incomprensibles para otros, la mente empieza a tambalearse. Es cuando una persona cruza la línea y se convierte en paciente, en un estigma y una amenaza para los demás. Llegados a este punto de máxima rotura, el hecho de no sentirse solo y abandonado es lo que muchas veces salva a una persona de caer definitivamente en el abismo. La mente es un poderoso mecanismo capaz de hacer crecer o precipitar a una persona hacia una salida exitosa o un derribo definitivo. Cruzar los límites de esa supuesta normalidad, o poder vivir de acuerdo la forma aceptada por todos, no depende tan solo de una decisión personal; la sociedad es muchas veces responsable y causante de una caída psicológica. No todo el mundo puede solventar este punto de dificultad. La mente es responsable de elegir entre el camino de la luz o el descenso a la oscuridad. Nadie elige caer por placer. De ahí la importancia de aprender formas para ayudar mejor a las personas dolientes reconducirlas de la mejor manera posible. Es nuestra responsabilidad como entes sociales que somos. No cabe duda de que merece la pena el esfuerzo social. No hacerlo sería un gravísimo error. No hay que olvidar que si una persona recibe constantemente impulsos negativos o agresivos, así como la sensación de que no es nada ni nadie va a recuperarlo, es condenarla de por vida, y al mismo tiempo un completo fracaso para el avance humano, científico y social. Por ello y como conclusión final, cabe decir que todas aquellas personas que trabajan en procesos psicoterapéuticos como pacientes, médicos, psicólogos, psicoterapeutas, enfermeros, auxiliares, familiares, amigos, y sociedad en general, debe actuar en conjunto si quieren lograr recobrar a todas esas personas que un día se vieron obligadas a vivir al otro lado del espejo. Es la mejor alternativa que podemos dar y ofrecer como sociedad.



Texto:
Carlos Flaqué Monllonch

Documental: 

Notas:
(1) Voces contra el estigma (2017) es una producción de Media 3.14 en coproducción con Televisión de Cataluña, con la colaboración de la Diputación de Barcelona, la Generalitat de Cataluña, la Agencia Catalana de la Juventud, el Ayuntamiento de Barcelona, el Departamento de Salud y con el soporte del Departamento de Cultura.

(2) La Laponia Occidental es una región al norte de Finlandia con una población de unos 70.000 habitantes que durante la segunda mitad del siglo XX registró uno de los índices de esquizofrenia más elevados de Europa. Pero la pequeña revolución puesta en marcha por un puñado de especialistas de la sanidad pública ha logrado revertir las estadísticas.