TICK TACK, TIEMPO, ESPACIO Y COMUNICACIÓN

TICK TACK, TIEMPO, ESPACIO Y COMUNICACIÓN
BLOG DE CRÍTICA Y REFLEXIÓN SOBRE ARTE Y ACTUALIDAD CULTURAL

jueves, 22 de noviembre de 2018

THE WALL, ASPECTOS PSICOLÓGICOS DE LA OBRA



En las letras de The Wall reside parte de la clave para descifrar la esencia del ser y su relación con la sociedad. Todo gira en torno a un muro, un muro que vamos construyendo a medida que vamos creciendo y que al final de la existencia  se derrumba por sí mismo. Nuestra vida se compone de ladrillos, bloques de tamaño y material concretos, que se unen para formar una arquitectura determinada, en la cual se forman porosidades y aluminosis que corroen la estructura que sostiene ese edificio personal, y que al final pasan a formar parte de una historia arqueológica como piedras que un día fueron, convirtiéndose en simples ruinas, como ocurre al final de la vida del ser humano.

Sigmund Freud mencionó en uno de sus libros que las novelas psicológicas describen desde dentro a una persona que mira desde afuera a otras personas. Esa división es la alienación que evidencia el sujeto encerrado en su propia pared interior, que a la vez le aísla y le protege de lo externo. En el caso que nos ocupa, The Wall representa una dura defensa interna del ser que lo ha perdido todo dejándolo inerte ante la sociedad y sus propios miedos y frustraciones: la desprotección y la obediencia retrospectiva, la sobreprotección maternal, el fracaso matrimonial, la angustia y la desgracia interior, permanentemente condensada en fobias, pesadillas, deseos prohibidos y ambivalentes hasta que al final, preso de una completa huida mental, es juzgado simbólicamente. La autobservación y la conciencia moral tejen una maraña de procesos que confieren a The Wall el valor de ser una historia audiovisual de fuertes y profundas proporciones psicológicas dignas de un exhaustivo y riguroso análisis y estudio. La estructuración del inconsciente del protagonista a cargo de la fantasía degenerativa que genera por sí mismo, crea un mundo fantasmagórico paralelo donde el afecto va y viene convirtiendo el objeto fóbico en una angustia sin salida.


Al margen de su belleza plástica y literaria, las letras de The Wall encierran un fuerte contenido psíquico que pone en alerta a todos los mecanismos defensivos del individuo. La carga es tan brutal que todo se viene abajo, ese muro que poco a poco se va construyendo como un falso mundo protector existencial y exterior y que finalmente cae derribado por la propia culpabilidad llevada al su límite máximo: la locura. The Wall es un drama humano que termina con la muerte psicológica del ser para que éste vuelva a renacer de sus propias cenizas.

Pero los miedos siempre acechan, porque el mundo es un caos incomprensible, siempre en constante contradicción y vacío. Todo daña, todo hace sufrir, nada merece la pena y el sufrimiento termina por devorar el cuerpo y la mente. Los gusanos psíquicos se encargan de ello. Todo empieza con una sensible pérdida que genera una infección anímica que va creciendo hasta alcanzar la globalidad que se va adueñando lentamente de todo el sistema defensivo, como un virus incontrolable ajeno a las vacunas y que termina por hacer caer todo el muro psicológico que aparentemente defendía al sujeto. Ni el amor, ni el sexo, ni la amistad, ni la educación, ni la sociedad, ni las ideas, son capaces de sanar el quiebro anímico del ente sensible abocado a la Nada. Somos fuertes en apariencia pero cualquier bocanada imprevista puede hacernos zozobrar hasta las máximas profundidades. A veces la caída de una pieza vital conduce al derrumbamiento de todo el edificio.

Siente la bilis ascender
desde tu culpable pasado
con tus nervios hechos polvo.
Cuando la concha del berberecho
se rompa en pedazos
y los martillos echen la puerta abajo,
mejor será que corras como el demonio
mejor será que corras todo el día
que corras toda la noche
y guardes tus sucios sentimientos
bien dentro de tí.


Escenas como la muerte de un padre admirado y deseado a una edad muy temprana, la emotividad extrema de una madre solitaria que arropa obsesivamente a su hijo ante la carencia de su marido, o la escena del niño que ama y cuida a su mascota hasta la muerte de esta y las fiebres que contrae de ella. Tampoco se puede olvidar la animación con las dos flores que, simbolizando el amor, se seducen entre sí hasta que al final terminan presas de un loco proceso de destrucción y transformación. Asimismo conviene recordar esas llamadas telefónicas desesperadas que nadie responde, o la fijación hipnótica ante el televisor como única puerta a otra realidad controlable, o esa escena donde una atractiva “groupie” ni siquiera es capaz de emocionar al protagonista tremendamente colgado hasta que, preso de un escape de ira, termina por destruir el apartamento para luego iniciar la reconstrucción de las piezas rotas siguiendo un orden simétrico y meticulosamente ordenado. Inolvidable es al mismo tiempo la secuencia de los gusanos devorando la carne del ser amorfo, inhumano, monstruosamente transformado por el dolor acumulado hasta el extremo de arranca arrancarse la piel y la carne para hacer aparecer al hombre nuevo, duro, frío y disciplinado, y que se ocultaba bajo el anterior atormentado ser. Toda la historia, las letras y la película, giran en torno a un continuo despliegue de escenas psicológicas donde el simbolismo y los significados pugnan por salir y ordenarse en el duro drama del protagonista.


“Será mejor que corras como el demonio
será mejor que te maquilles la cara
con tu máscara favorita
con tus labios abotonados
y tus ojos como persianas
y tu sonrisa vacía
sobre tu corazón hambriento.”

The Wall es una obra maestra, única, cuyo mensaje es un cruel golpe a la sociedad, al sistema que la sustenta, a sus valores y mecanismos, y sobre todo  a la propia psicología del individuo como víctima de todo el proceso. Dicho de otra manera, The Wall es una apisonadora brutal que no deja en pie ni un pilar humano y social. Un proceso que lentamente arranca las almas torturadas por sus miedos y existencias, pero con una gran capacidad de imaginación y catarsis se plasman en un celuloide gracias al talento de su director Alan Parker. The Wall es una obra que es capaz de conjuntar diferentes generaciones, desde jóvenes a mayores abuelos, pasando por sus distintos intermedios. Como dice una de las canciones del film…  

Papá ha volado a través del océano
dejando sólo un recuerdo
una instantánea en el álbum familiar.
Papá, ¿qué más dejaste para mí?
Papá, ¿qué dejaste atrás para mí?
Después de todo, no fue más
que un ladrillo en el muro”
Después de todo, no eran más
que ladrillos en el muro.


Carlos Flaqué Monllonch