La Fotografía es
un espacio en el tiempo, un lugar donde se puede congelar la realidad y darle
diversos significados. La imaginación es quien marca el ritmo, quien permite
ahondar los sentidos y cruzar sus dimensiones hasta alcanzar el fin en sí
mismo. La Fotografía puede alcanzar la más absoluta abstracción, llegar
un realismo extremo, pasar por un sutil minimalismo y
terminar en las profundidades del subconsciente. El artista es, por tanto,
quien desafía siempre las leyes del arte, quien se despoja de toda lógica
hermética para no quedar atrapado en la gravitación de lo común y del
aburrimiento. En esta capacidad reside pues la clave del sentido
fotográfico.
Al
margen pues de críticas, tendencias, escuelas y diversidad de
contenidos, el autor es quien imprime finalmente el destino artístico.
Ningún autor es idéntico, y aunque a veces se rocen con ciertas propuestas y
técnicas, siempre existe una singularidad especial que los diferencia. Stefano
Bonazzi es un joven artista emergente y autodidacta, lo que significa
implicación de fuerza, novedad e ilusión, valores que atrapan el ser hacia una
magia hiperdimensional. A través de sus trabajos se disipa la noción del tiempo
dando lugar a un contacto intenso con una nueva realidad antes inexistente. Sus
fotografías generan una síntesis filosófica hacia un drama interminable
que busca el significado conceptual de lo que se siente y se imagina.
Nacido
en Ferrara durante 1983, la obra de este italiano nos reconduce hacia procesos
existenciales donde la reflexión sobre la finitud del ser puede ser
más intrépida que refinada, una pesadilla que nos hace digerir lentamente
nuestros posibles futuros o pesadillas. Su cámara fotográfica nos sumerge en
un viaje apocalíptico a través de dimensiones impregnadas de
atmósferas que emanan seductoras hacia diversas sensaciones. Es
como rasgar el cascarón milenario para explorar, interpretar y transgredir
los arquetipos olvidados.
Se
trata de puro sensitismo, racional y emotivo, que nos hace hervir la psique
como un metal líquido al rojo vivo. Sus extraños personajes se
inspiran dentro cubículo oculto y futurista. Son una aproximación anodina
y relativamente pagana, con pinceladas estéticas que se combinan por momentos
con elementos sutilmente grotescos. La melancolía desatada parece una
alternativa escapista al espectador que se enfrenta al resonante paradigma del
fin.
Con
Bonazzi la Fotografía actúa como un psicoanálisis, eterno y punzante, una
purga que nos devuelve a una realidad consciente, terrible, como el flash
cegador que trasciende la propia esencia. Son golpeos que penetran en tejidos
diversos, que agrietan mundos rotos y arcanos. La Fotografía es, en este
sentido, un fiel terapeuta que se cubre de esencias
metadimensionales.
Su
perfeccionismo como artista le convierte en un devorador crítico de
la sociedad, un excavador voraz de las corrientes subalternas del
ego, que pone al descubierto un espacio donde el ser humano fluye
como un devenir atormentado. Cielos nebulosos, cabezas que no tienen cara,
objetos que se diluyen como la cera, almas inertes con cráneos cónicos, todo
bajo la suspensión de su propia angustia; son estados humanos que indican las
tempestades del alma en la otra vida, aquella que habita en lo invisible, entre
paisajes ondulantes o quietos. La vida pasa, se detiene, elástica como el
tiempo pero finita al mismo tiempo, porque las cosas están y desaparecen
mientras el ser permanece doloroso ante lo que no quiere ver ni sentir.
Son
trabajos que diseñan un universo onírico, que refleja una visión desencantada
del mundo. No son seres humanos, son entidades solitarias, encerradas en un
contexto interno, a modo de almas pululantes que buscan salida pero quedan
atrapadas en las coordenadas del ensueño y la pesadilla. Es por ello
que ocultan sus rostros, para no mostrar sus debilidades y expresiones
ante el dolor y la tristeza del mundo, de su alienación y vaciedad. Son
formas que viven a expensas de la autocensura, de los mecanismos de defensa,
piezas móviles paralizadas por el crash del espacio, que se
enmascaran ante el universo que los observa. Son frágiles conos de papel
malevolamente estructurados. Son, en definitiva, pura geometría viva que aspira
a su propia abiogénesis, la vida a partir de la materia inorgánica.
Dibujos
al carboncillo, retoques fotográficos, fotografía digital, gráficos elaborados,
videoarte y diseño arquitectónico, son una mezcla de disciplinas que conllevan
la fusión de una ingeniería gráfica en este autor. Como él mismo lo define: Todo
mi trabajo se basa en la perspectiva con la que afronto la vida: una
visión desilusionada y cínica que me lleva a concentrarme en los aspectos
negativos de las cosas. Este modo de observar la realidad no quiere ser una
desilusión en sí misma, sino más bien un punto de vista alternativo para
difundir el bienestar difuso y la falsedad de fondo de nuestra sociedad.
Texto: Carlos Flaqué Monllonch
Fotos: © Stefano Bonazzi - All Rights Reserved Copyright
VideoGallery: http://www.youtube.com/watch?v=T-ZYnm5ssjs
Artículo publicado en Blogs de la Universidad Internacional de la Rioja
Artículo publicado en Blogs de la Universidad Internacional de la Rioja