TICK TACK, TIEMPO, ESPACIO Y COMUNICACIÓN

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BLOG DE CRÍTICA Y REFLEXIÓN SOBRE ARTE Y ACTUALIDAD CULTURAL

lunes, 22 de abril de 2013

STEFANO BONAZZI: LA FINITUD DEL SER


La Fotografía es un espacio en el tiempo, un lugar donde se puede congelar la realidad y darle diversos significados. La imaginación es quien marca el ritmo, quien permite ahondar los sentidos y cruzar sus dimensiones hasta alcanzar el fin en sí mismo. La Fotografía puede alcanzar la más absoluta abstracción, llegar un realismo extremo, pasar por un sutil minimalismo y terminar en las profundidades del subconsciente. El artista es, por tanto, quien desafía siempre las leyes del arte, quien se despoja de toda lógica hermética para no quedar atrapado en la gravitación de lo común y del aburrimiento. En esta capacidad reside pues la clave del sentido fotográfico.

Al margen pues de críticas, tendencias, escuelas y diversidad de contenidos, el autor es quien imprime finalmente el destino artístico. Ningún autor es idéntico, y aunque a veces se rocen con ciertas propuestas y técnicas, siempre existe una singularidad especial que los diferencia. Stefano Bonazzi es un joven artista emergente y autodidacta, lo que significa implicación de fuerza, novedad e ilusión, valores que atrapan el ser hacia una magia hiperdimensional. A través de sus trabajos se disipa la noción del tiempo dando lugar a un contacto intenso con una nueva realidad antes inexistente. Sus fotografías generan una síntesis filosófica hacia un drama interminable que busca el significado conceptual de lo que se siente y se imagina.

Nacido en Ferrara durante 1983, la obra de este italiano nos reconduce hacia procesos existenciales donde la reflexión sobre la finitud del ser puede ser más intrépida que refinada, una pesadilla que nos hace digerir lentamente nuestros posibles futuros o pesadillas. Su cámara fotográfica nos sumerge en un viaje apocalíptico a través de dimensiones impregnadas de atmósferas que emanan seductoras hacia diversas sensaciones. Es como rasgar el cascarón milenario para explorar, interpretar y transgredir los arquetipos olvidados. 

Se trata de puro sensitismo, racional y emotivo, que nos hace hervir la psique como un metal líquido al rojo vivo. Sus extraños personajes se  inspiran dentro cubículo oculto y futurista. Son una aproximación anodina y relativamente pagana, con pinceladas estéticas que se combinan por momentos con elementos sutilmente grotescos. La melancolía desatada parece una alternativa escapista al espectador que se enfrenta al resonante paradigma del fin. 

Con Bonazzi la Fotografía actúa como un psicoanálisis, eterno y punzante, una purga que nos devuelve a una realidad consciente, terrible, como el flash cegador que trasciende la propia esencia. Son golpeos que penetran en tejidos diversos, que agrietan mundos rotos y arcanos. La Fotografía es, en este sentido, un fiel terapeuta que se cubre de esencias metadimensionales.

Su perfeccionismo como artista le convierte en un devorador crítico de la sociedad, un excavador voraz de las corrientes subalternas del ego, que pone al descubierto un espacio donde el ser humano fluye como un devenir atormentado. Cielos nebulosos, cabezas que no tienen cara, objetos que se diluyen como la cera, almas inertes con cráneos cónicos, todo bajo la suspensión de su propia angustia; son estados humanos que indican las tempestades del alma en la otra vida, aquella que habita en lo invisible, entre paisajes ondulantes o quietos. La vida pasa, se detiene, elástica como el tiempo pero finita al mismo tiempo, porque las cosas están y desaparecen mientras el ser permanece doloroso ante lo que no quiere ver ni sentir.

Son trabajos que diseñan un universo onírico, que refleja una visión desencantada del mundo. No son seres humanos, son entidades solitarias, encerradas en un contexto interno, a modo de almas pululantes que buscan salida pero quedan atrapadas en las coordenadas del ensueño y la pesadilla. Es por ello que ocultan sus rostros, para no mostrar sus debilidades y expresiones ante el dolor y la tristeza del mundo, de su alienación y vaciedad. Son formas que viven a expensas de la autocensura, de los mecanismos de defensa, piezas móviles paralizadas por el crash del espacio, que se enmascaran ante el universo que los observa. Son frágiles conos de papel malevolamente estructurados. Son, en definitiva, pura geometría viva que aspira a su propia abiogénesis, la vida a partir de la materia inorgánica.

Dibujos al carboncillo, retoques fotográficos, fotografía digital, gráficos elaborados, videoarte y diseño arquitectónico, son una mezcla de disciplinas que conllevan la fusión de una ingeniería gráfica en este autor. Como él mismo lo define: Todo mi trabajo se basa en la perspectiva con la que afronto la vida: una visión desilusionada y cínica que me lleva a concentrarme en los aspectos negativos de las cosas. Este modo de observar la realidad no quiere ser una desilusión en sí misma, sino más bien un punto de vista alternativo para difundir el bienestar difuso y la falsedad de fondo de nuestra sociedad.






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Texto: Carlos Flaqué Monllonch
Fotos: © Stefano Bonazzi - All Rights Reserved Copyright
 VideoGallery: http://www.youtube.com/watch?v=T-ZYnm5ssjs

Artículo publicado en Blogs de la Universidad Internacional de la Rioja 

domingo, 7 de abril de 2013

"LA CIUDAD SE LEVANTA", ¿FUTURISMO O INVENTIVA?

La Ciudad se Levanta, Umberto Boccioni. Óleo (1910)

Grandes masas agitadas por el trabajo, por el placer o por la revuelta: cantaremos a las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas, cantaremos al vibrante fervor nocturno de las minas y de las canteras, incendiados por violentas lunas eléctricas; a las estaciones ávidas, devoradoras de serpientes que humean; a las fábricas suspendidas de las nubes por los retorcidos hilos de sus humos; a los puentes semejantes a gimnastas gigantes que husmean el horizonte, y a las locomotoras de pecho amplio, que patalean sobre los rieles, como enormes caballos de acero embridados con tubos, y al vuelo resbaloso de los aeroplanos, cuya hélice flamea al viento como una bandera y parece aplaudir sobre una masa entusiasta. Es desde Italia que lanzamos al mundo este nuestro manifiesto de violencia arrolladora e incendiaria con el cual fundamos hoy el FUTURISMO.

Filippo Tommaso Marinetti, Fragmento del Manifiesto Futurista
publicado en "Le Figaro", 20 de febrero de 1909.


Filippo Tommaso Marinetti

Por su gran tamaño, estamos ante una gigantesca obra de arte que sintetiza parte de los principios del manifiesto futurista de 1909. Representa una síntesis de un nuevo estilo de vida condensada como una metáfora de las fuerzas motrices físicas que mueven a los seres vivos.  Se observa la construcción de un edificio nuevo que representa la complejidad de una vorágine que se mueve por sí misma. Los colores son atrevidos, violentos y espectaculares, pasando de los tonos luminosos de los trabajadores hasta las sombras oscuras del caballo central. La vida es construcción y contraste, luz y sombra, color y expresividad. Los caballos se alzan como símbolo de juventud, de potencia pura, nobleza inteligente y valor bravo. El poder aparece como eje central, representado por la expresividad del caballo enrojecido, que ensalza la masculinidad como factor de trabajo, dominio y control. Curiosamente, Boccioni murió como consecuencia de una caída de caballo. Ironías de la vida. 

La monumentalidad de la obra deshace al espectador en una caótica bruma, apoderándose de su alma como el monstruo que engulle a la víctima. Destaca como impulso mayor la sensación de tensión, velocidad, lucha, agitación y revolución, conceptos principales que se entremezclan en el seno de un ciclón urbano sin fin, una espiral que nace en un punto y se desarrolla hacia un éxtasis de movimiento agresivo. Es una clara adoración al esfuerzo del trabajo humano, a la emergencia de lo nuevo como una bestia que devora una sociedad caduca. La aplicación audaz de los colores intensos, deriva hacia una pasión desenfrenada que se refleja en los movimientos rápidos y enérgicos del pincel. La pintura, se mueve como un tsunami alrededor del lienzo, mezclándose en una orgía multicolor que redibuja las formas en un periplo de perpetua dinámica. Nervio, rabia, intensidad, vinculados como un cúmulo explosivo que arranca de la psicología de las sensaciones fuertes (impresionismo). La imagen segrega zumos propios, ruge como una gigantesca maquinaria que no cesa. Se detectan perspectivas múltiples en la composición global, confiriendo a la obra una híper dimensionalidad diferencial y una completa desintegración de la forma. Sobre los principios del Manifiesto Futurista (1909) cabe decir que se aplican los números:

El 1 peligro, energía, temeridad). El 2 (coraje, audacia, rebelión). El 3 (movimiento agresivo, insomnio febril). El 4 (velocidad). El 7 (lucha, carácter agresivo, violencia arrolladora e incendiaria). El 8 (derribar lo imposible en pos a una velocidad omnipresente). El 9 (da la sensación de estar en el corazón de una batalla). El 10 (no se detecta feminidad, es un canto a la dureza masculina). El 11 (masas agitadas por el trabajo, revuelta, marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas). No detecto claras referencias inventadas.

La globalidad ofrece un efecto de vibración perpetúa que sacude la visión del espectador. Los estados anímicos surgen como relámpagos de luz, espirales y líneas verticales u onduladas que se colocan fusionadas en un punto centrípeto que se expande. Se manifiesta un resurgimiento de lo irracional, la exaltación de la euforia, patriotismo y glorificación del acto agresivo. En definitiva, es el levantamiento de la metrópolis, el latido del estruendo, entendidos ambos como expresión colectiva de fuerzas sociales bajo un espacio multisensorial en el tiempo y un sonido imaginario, donde la representación del movimiento se basa en la multiplicación de las posiciones, la plasmación de las líneas de fuerza e intensificación de la acción.

Carlos Flaqué Monllonch.-