TICK TACK, TIEMPO, ESPACIO Y COMUNICACIÓN

TICK TACK, TIEMPO, ESPACIO Y COMUNICACIÓN
BLOG DE CRÍTICA Y REFLEXIÓN SOBRE ARTE Y ACTUALIDAD CULTURAL

lunes, 19 de diciembre de 2016

WALTER MURCH, EN EL MOMENTO DEL PARPADEO


Tal como refleja su título, estamos ante un libro donde la visión humana abandona lo que ve y cambia hacia una realidad completamente diferente, como el reflejo inconsciente del parpadeo ocular. La vida deja de ser por un instante lo que es y se condensa en breves intervalos donde el tiempo y el espacio se cierran y se contraen para marcar ritmos diferenciados. Este juego de constantes variaciones es lo que configura el encanto del montaje, una sutil manipulación que transforma una historia cinematográfica en algo comprensible y atractivo. Como dice Sean Pean, la destreza del editor evita que el director se suicide. En esta magia reside la esencia final del cine.


Walter Murch es un autor que nos sumerge en un mundo donde las articulaciones más sublimes son posibles y la fusión de lo inservible o lo útil adquieren significado. Son aspectos del cine que los espectadores suelen desconocer, porque su desarrollo se basa en un cruce veloz de frames que convierten la visión de un film en un simple proceso de consumo visual. De ahí la importancia de comprender que una película es más que un progreso lineal y continuo. Un film trata de desarrollar una narrativa que se construye a si misma sobre distintas grabaciones, cortes y montajes. Este punto de arranque deduce que la complejidad del cine va más allá de las cámaras de rodaje y de los actores. Por tanto, editar no consiste meramente en acoplar las escenas de una película como si de un collage se tratara, ni tampoco consiste en pegar los fotogramas de manera caprichosa. Su laboriosa actividad consiste en dejar ver las vías coherentes y necesarias para unir todos esos fragmentos bruscos e inconexos, con el fin de dotarles de un sentido capaz de narrar una historia completa, ordenada, coherente y entendible.

Gracias a su enorme experiencia profesional, Walter Murch acerca al lector hacia un complejo universo llamado montaje cinematográfico, que no es más que un entramado incógnito donde los patrones inteligentes se vinculan para lograr una arquitectura fílmica ligada y con sentido. Para lograr ese cometido, el corte y su control, se convierten en la gran pieza maestra que “dulcifica” ese paso brusco entre el espacio y el tiempo. En consecuencia, Murch admite que el corte perfecto debe expresar la emoción del instante, lograr que el argumento progrese, plasmar el momento decisivo, matizar la trayectoria de la mirada, potenciar la situación que se está desarrollando y mantener el punto de interés del espectador. Asimismo, debe respetar la gramática bidimensional de la fotografía y venerar el encadenamiento tridimensional del espacio donde se emplazan los actores y la relación que se despliega entre ellos. Es por ello, que el editor debe emplear los instantes adecuados y ajustarlos a esos criterios, independientemente de los esfuerzos y condiciones del rodaje y de sus costes económicos. Controlar todo eso requiere tener muy claro el ritmo y la velocidad de la narración audiovisual y su desarrollo argumentativo. El control emocional del film y la aplicación de los momentos de mayor o menor intensidad, serán los puntos que marcarán la evolución de la película y del espectador. En este sentido la figura del editor es fundamental.

Algunos directores de prestigio sienten todavía aquella romántica nostalgia por las formas manuales del montaje. Sin embargo, la llegada de las nuevas tecnologías electrónicas y digitales ha supuesto un aparcamiento, prácticamente definitivo, de los artesanos empalmes que realizaban las expertas operarias y los sistemas mecánicos como las moviolas. Hoy en día, programas digitales como Avid, Lightworks o Final Cut Pro… son los responsables de la edición dinámica de las imágenes en un film. Digitalmente hablando, es importante saber que, una vez se ha rodado y procesado la película, ésta se digitaliza y se registra en un ordenador. Para mantener un orden que facilite la selección y la fusión el montaje, todos los fotogramas de la película se codifican de manera para que el editor pueda usarlos cuándo y dónde crea más oportuno. Este control es imprescindible para no perder la ordenanza estructural del film.


Dado que las imágenes que componen una película pueden combinarse de mil formas distintas, los nuevos sistemas informáticos facilitan el trabajo de editaje. Ofrecen una mayor rapidez a costes más reducidos y un menor uso de recursos humanos. La facilidad de acceso y la inclusión de los efectos especiales de generación electrónica, son también aspectos determinantes que se ofrecen gracias a la alternativa digital.

Es por ello que digan lo que digan, los avances tecnológicos en el cine son el resultado de muchos años de esfuerzos hacia nuevas formas de proceder y mejorar. Debemos tener en cuenta que vivimos en una sociedad donde la velocidad parece haberse apropiado de todas las cosas. Existe un ansia para obtener la máxima información en el mínimo tiempo, sin importar la calidad y profundidad de los contenidos. Esta alocada sensación, genera problemas diversos que terminan en la gestación de errores y superficialidad. El montaje cinematográfico no escapa a ello ya que en el mundo de la edición cinematográfica lo más importante no es la velocidad sino saber ajustar adecuadamente el ritmo que exige cada secuencia y film. Como buen ejemplo de ello se pueden ciertos pasajes de las películas Matrix o 300 Rise of an empire, donde se determinan ciertas fases que absorben al espectador bajo un trepidante cambio de planos, ritmos y velocidades, sin que por ello se pierdan los detalles que se pretenden narrar. En este sentido Murch advierte que la velocidad, el detalle de la imagen y el tamaño de la misma, pueden afectar el ritmo de la película si el ajuste en el montaje no es el correcto. Lograr este equilibrio no es fácil. Cabe recordar que los editores trabajan sobre pantallas de pequeños monitores y eso puede provocar pérdidas importantes de información. Editar una película a tamaño reducido no es lo mismo que hacerlo sobre el tamaño de una gran pantalla de cine.

Para terminar cabe recordar las palabras del magnífico John Huston: la película perfecta es como si se desarrollara detrás de tus ojos y tus ojos la proyectasen, de modo que vieras lo que deseabas ver. El cine es como el pensamiento. Es el arte más cercano al proceso de pensar. En efecto, el parpadeo de los ojos facilita la transición de cambios de realidad, de manera que la estructura mental puede procesar la información a ritmos rápidos, rítmicos y adecuados. Los cortes en el montaje actúan de forma similar. El espectador acepta estos cortes porque se parecen a las imágenes yuxtapuestas que expresan diversos procesos mentales como vivencias, recuerdos y emociones. El montador debe saber plasmar estos instantes bajo el soporte del celuloide y sin desvirtuar la evolución de la narración fílmica. Bajo una cadencia de ritmo fluido, el editor irá descifrando los enigmas de la película conduciendo al espectador hacia una solución de la historia, tal como le ocurre al personaje de Gregory Peck en la película Recuerda. En esta creación, Alfred Hitchcock, muestra como las imágenes yuxtapuestas del inconsciente del protagonista, reconstruyen una realidad invisible que reflejan el sentimiento de culpa que sufre el paciente  por la muerte de su hermano. 

Carlos Flaqué Monllonch


Artículo publicado en Blogs de la Universidad Internacional de la Rioja