Christophe Jacrot es un vagabundo
fotográfico de las calles urbanas. Su voraz espíritu le sumerge continuamente
en el interior de los asfaltos húmedos y luminosos de la ciudad. El ajetreo, la
soledad, el aislamiento y la intimidad se funden entre piedras, cemento,
cristales y metal. En el corazón de esta sinfonía, diversos elementos, en
movimiento o estacionados, emergen por sí mismos configurando una inusitada
obra de protagonistas y contrastes.
Sin descartar otros hábitats, New
York, París, Londres y Hong Kong, son sus musas por excelencia, quizás porque
son urbes que encierran por sí mismas una maraña panorámica de elementos
intensos que, hábilmente conjuntados bajo un prisma creativo, forman una
enciclopedia artística natural y espontánea. Rascacielos inmensos, grandes superficies
cristalinas, reflejantes, sensaciones mágicas de luz, humedad gris, se juntan entre
edificios y calles históricas. Son factores y cromatismos que se mezclan sobre
una paleta impresionista en cuya base los efluvios sensitivos emanan como
globos desde las profundas entrañas de las metrópolis.
Para Jacrot cada urbe posee su
karma, sus momentos fugaces y ocultos que sintetizan su propia vida cotidiana.
Son realidades que se plasman bajo una completa densidad poética y carisma
romanticista, dando lugar a una plástica con distintas alteraciones y visiones
de trasfondo. Jacrot crea justo cuando el agua o la nieve caen del cielo, tanto si es de
noche o de día, si corre o no el viento. Él toma su cámara y sale
de cacería gráfica, como un lobo en busca de su presa. No le importa mojarse,
tiritar de frío, sentir las ráfagas del viento revoloteando su abrigo y
surcando su piel. Con la fuerza creativa que le define, pone sus manos sobre el
frío metal de la cámara y encuadrar el momento histórico de su inspiración. No
es fácil, hay que tener valor y pasión para abandonar la suculenta confortabilidad
del calor interior y lanzarse a la intemperie bajo todo tipo de inclemencias
molestas. Pero cuanto más tormentoso y terrible es el clima, más emocionante y
entretenido resulta el momento. Por tanto, no hay tristeza por dejar el confort,
el sentido trágico de la vida desaparece y nace la necesidad de reptar por el
asfalto como un reptil oliendo su alimento.
Sin duda Charles Baudelaire dedicó muchos de sus poemas en prosa a esos momentos fugaces que ocurren y desaparecen al instante y que forman parte de la vida de sus habitantes. Momentos sensitivos bajo la lluvia y la absenta que obligan a la creación instintiva. Jacrot, consciente de esta fugacidad del instante, presenta sus poemas gráficos como una visión intimista de la ciudad y de los elementos externos que confluyen en ella. Dentro de esta sinfonía logra una colección final de fotografías asombrosas. Son imágenes que convierten la inclemencia climática en un mensajero infinito de sacudidas emocionales múltiples e irrepetibles. Ambientes diáfanos, flotación inerte, evanescencias vaporosas, fragilidad cristalina, amalgaman la oscura y brillante tormenta recorre el alma de la urbe, un drama surrealista que se transforman en un océano de húmedos fantasmas callejeros. Son los mundos líquidos de Christophe Jacrot, los universos húmedos del color y la luz.
Christophe Jacrot es francés, y por tanto lleva ya inserto ese flou artístico que caracteriza a la sangre gala. Comenzó su carrera como fotógrafo, realizando una serie de fotografías bajo el título de Paris-sous la pluie, un trabajo que prontamente le valió una reconocida dimensión internacional. Sin embargo, su adicción a la Fotografía arranca desde la adolescencia, ese tiempo vital que permite volar sin ataduras bajo la creación libre sin importar tener los bolsillos vacíos. Fiel a su estilo e ideas, cree que existen dos formas de fotografiar el mundo, captar su horror o eternizar lo sublime; en ese doble mundo es donde precisamente el ser humano se convierte en una figura fantasmal errante y obediente a los caprichos del tiempo y del espacio.
Como artista global, también ha sido capaz de dirigir varias películas como El domicilio de una prisión, un film que se estrenó en el año 2000. Asimismo, ha ganado varios premios de cortometrajes: Premio Especial del Jurado en el Festival de Avoriaz, Press Award en el Festival de Chamrousse (1989), Gran Premio del Festival de la Juventud de Montecatini (1994), el Gran Premio del Público en Prades (1996). A pesar de su prometedora carrera cinematográfica, las limitaciones financieras de la industria del cine, fueron desplazando su talento hacia la Fotografía.
Sus trabajos fotográficos se basan principalmente en las duras condiciones climáticas de las ciudades y su gente, pero también se funde en nuevos proyectos sobre los efectos de la soledad, la luz y la oscuridad en las grandes metrópolis, tomando sus rincones como pequeños mundos donde ocurren cosas o desparecen las mismas. Sus instantáneas bajo la lluvia y la nieve, despiertan sensaciones infinitas. El agua lluviosa que se derrama por las ventanas de un autobús enfriando el rostro de quien contempla la vida a través de ellas. O la cortina de lluvia que cae sobre el pavimento mojado ofreciendo mundos de sensaciones perdidas. O el zapato sensual de una mujer que clava su tacón en el charco callejero explosionando diversas chispas líquidas hacia extremos indefinidos. O simplemente el paso veloz de un perro que huye del diluvio para encontrar ese punto de protección escondido en la ciudad. O el solitario transeúnte que abre su paraguas de color mientras camina errante en la negra noche de las calles sin nombre.
Sin duda Charles Baudelaire dedicó muchos de sus poemas en prosa a esos momentos fugaces que ocurren y desaparecen al instante y que forman parte de la vida de sus habitantes. Momentos sensitivos bajo la lluvia y la absenta que obligan a la creación instintiva. Jacrot, consciente de esta fugacidad del instante, presenta sus poemas gráficos como una visión intimista de la ciudad y de los elementos externos que confluyen en ella. Dentro de esta sinfonía logra una colección final de fotografías asombrosas. Son imágenes que convierten la inclemencia climática en un mensajero infinito de sacudidas emocionales múltiples e irrepetibles. Ambientes diáfanos, flotación inerte, evanescencias vaporosas, fragilidad cristalina, amalgaman la oscura y brillante tormenta recorre el alma de la urbe, un drama surrealista que se transforman en un océano de húmedos fantasmas callejeros. Son los mundos líquidos de Christophe Jacrot, los universos húmedos del color y la luz.
Carlos Flaqué Monllonch
Artículo publicado en la revista "Luz y Tinta" número 28 (págs 36 a 41)