La Ciudad se Levanta, Umberto Boccioni. Óleo (1910)
Grandes
masas agitadas por el trabajo, por el placer o por la revuelta: cantaremos a
las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales
modernas, cantaremos al vibrante fervor nocturno de las minas y de las
canteras, incendiados por violentas lunas eléctricas; a las estaciones ávidas,
devoradoras de serpientes que humean; a las fábricas suspendidas de las nubes
por los retorcidos hilos de sus humos; a los puentes semejantes a gimnastas
gigantes que husmean el horizonte, y a las locomotoras de pecho amplio, que
patalean sobre los rieles, como enormes caballos de acero embridados con tubos,
y al vuelo resbaloso de los aeroplanos, cuya hélice flamea al viento como una
bandera y parece aplaudir sobre una masa entusiasta. Es desde Italia que
lanzamos al mundo este nuestro manifiesto de violencia arrolladora e
incendiaria con el cual fundamos hoy el FUTURISMO.
Filippo Tommaso Marinetti, Fragmento
del Manifiesto Futurista
publicado en "Le Figaro", 20 de febrero de 1909.
Filippo Tommaso Marinetti
Por su gran tamaño, estamos ante una gigantesca obra de arte que sintetiza
parte de los principios del manifiesto futurista de 1909. Representa una
síntesis de un nuevo estilo de vida condensada como una metáfora de las fuerzas
motrices físicas que mueven a los seres vivos. Se observa la construcción
de un edificio nuevo que representa la complejidad de una vorágine que se mueve
por sí misma. Los colores son atrevidos, violentos y espectaculares, pasando de
los tonos luminosos de los trabajadores hasta las sombras oscuras del caballo
central. La vida es construcción y contraste, luz y sombra, color y
expresividad. Los caballos se alzan como símbolo de juventud, de potencia pura,
nobleza inteligente y valor bravo. El poder aparece como eje central,
representado por la expresividad del caballo enrojecido, que ensalza la
masculinidad como factor de trabajo, dominio y control. Curiosamente, Boccioni
murió como consecuencia de una caída de caballo. Ironías de la vida.
La monumentalidad de la obra deshace al espectador en una caótica bruma, apoderándose de su alma como el monstruo que engulle a la víctima. Destaca como impulso mayor la sensación de tensión, velocidad, lucha, agitación y revolución, conceptos principales que se entremezclan en el seno de un ciclón urbano sin fin, una espiral que nace en un punto y se desarrolla hacia un éxtasis de movimiento agresivo. Es una clara adoración al esfuerzo del trabajo humano, a la emergencia de lo nuevo como una bestia que devora una sociedad caduca. La aplicación audaz de los colores intensos, deriva hacia una pasión desenfrenada que se refleja en los movimientos rápidos y enérgicos del pincel. La pintura, se mueve como un tsunami alrededor del lienzo, mezclándose en una orgía multicolor que redibuja las formas en un periplo de perpetua dinámica. Nervio, rabia, intensidad, vinculados como un cúmulo explosivo que arranca de la psicología de las sensaciones fuertes (impresionismo). La imagen segrega zumos propios, ruge como una gigantesca maquinaria que no cesa. Se detectan perspectivas múltiples en la composición global, confiriendo a la obra una híper dimensionalidad diferencial y una completa desintegración de la forma. Sobre los principios del Manifiesto Futurista (1909) cabe decir que se aplican los números:
El 1 peligro, energía, temeridad). El 2 (coraje, audacia, rebelión). El 3 (movimiento agresivo, insomnio febril). El 4 (velocidad). El 7 (lucha, carácter agresivo, violencia arrolladora e incendiaria). El 8 (derribar lo imposible en pos a una velocidad omnipresente). El 9 (da la sensación de estar en el corazón de una batalla). El 10 (no se detecta feminidad, es un canto a la dureza masculina). El 11 (masas agitadas por el trabajo, revuelta, marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas). No detecto claras referencias inventadas.
La globalidad ofrece un efecto de vibración perpetúa que sacude la visión del espectador. Los estados anímicos surgen como relámpagos de luz, espirales y líneas verticales u onduladas que se colocan fusionadas en un punto centrípeto que se expande. Se manifiesta un resurgimiento de lo irracional, la exaltación de la euforia, patriotismo y glorificación del acto agresivo. En definitiva, es el levantamiento de la metrópolis, el latido del estruendo, entendidos ambos como expresión colectiva de fuerzas sociales bajo un espacio multisensorial en el tiempo y un sonido imaginario, donde la representación del movimiento se basa en la multiplicación de las posiciones, la plasmación de las líneas de fuerza e intensificación de la acción.
La monumentalidad de la obra deshace al espectador en una caótica bruma, apoderándose de su alma como el monstruo que engulle a la víctima. Destaca como impulso mayor la sensación de tensión, velocidad, lucha, agitación y revolución, conceptos principales que se entremezclan en el seno de un ciclón urbano sin fin, una espiral que nace en un punto y se desarrolla hacia un éxtasis de movimiento agresivo. Es una clara adoración al esfuerzo del trabajo humano, a la emergencia de lo nuevo como una bestia que devora una sociedad caduca. La aplicación audaz de los colores intensos, deriva hacia una pasión desenfrenada que se refleja en los movimientos rápidos y enérgicos del pincel. La pintura, se mueve como un tsunami alrededor del lienzo, mezclándose en una orgía multicolor que redibuja las formas en un periplo de perpetua dinámica. Nervio, rabia, intensidad, vinculados como un cúmulo explosivo que arranca de la psicología de las sensaciones fuertes (impresionismo). La imagen segrega zumos propios, ruge como una gigantesca maquinaria que no cesa. Se detectan perspectivas múltiples en la composición global, confiriendo a la obra una híper dimensionalidad diferencial y una completa desintegración de la forma. Sobre los principios del Manifiesto Futurista (1909) cabe decir que se aplican los números:
El 1 peligro, energía, temeridad). El 2 (coraje, audacia, rebelión). El 3 (movimiento agresivo, insomnio febril). El 4 (velocidad). El 7 (lucha, carácter agresivo, violencia arrolladora e incendiaria). El 8 (derribar lo imposible en pos a una velocidad omnipresente). El 9 (da la sensación de estar en el corazón de una batalla). El 10 (no se detecta feminidad, es un canto a la dureza masculina). El 11 (masas agitadas por el trabajo, revuelta, marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas). No detecto claras referencias inventadas.
La globalidad ofrece un efecto de vibración perpetúa que sacude la visión del espectador. Los estados anímicos surgen como relámpagos de luz, espirales y líneas verticales u onduladas que se colocan fusionadas en un punto centrípeto que se expande. Se manifiesta un resurgimiento de lo irracional, la exaltación de la euforia, patriotismo y glorificación del acto agresivo. En definitiva, es el levantamiento de la metrópolis, el latido del estruendo, entendidos ambos como expresión colectiva de fuerzas sociales bajo un espacio multisensorial en el tiempo y un sonido imaginario, donde la representación del movimiento se basa en la multiplicación de las posiciones, la plasmación de las líneas de fuerza e intensificación de la acción.
Carlos Flaqué Monllonch.-