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miércoles, 19 de junio de 2019

NO AL BULLYNG (2): EN EL DEPORTE Y FÚTBOL INFANTILES

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Muchas veces solemos percibir el “bullying” de manera muy localizada, centralizándolo mayoritariamente en las escuelas ya que es el espacio donde los niños de distintas edades y procedencias, conviven asiduamente durante mucho tiempo. Pero el “bullying” también se da en otros ámbitos infantiles ajenos en la escuela, por ejemplo, en el mundo del deporte. El fútbol base es un buen ejemplo.

Normalmente las relaciones personales entre los chicos de un equipo suelen ser buenas, a excepción de pequeñas discusiones, puntos de vista contrarios o choques entre caracteres, casi siempre derivados del juego. No se puede pretender que todos los chicos sean amigos pero sí que tengan una buena relación entre ellos o, como mínimo, una relación de respeto. No obstante, a veces, se producen situaciones que pueden considerarse como acoso, bien físico, verbal, psicológico o social. Es decir, cuando uno o diversos niños ejercen poder sobre otro con la intención de molestarlo, ridiculizarlo o de hacerle daño, todo ello sin que la víctima tenga la posibilidad de defenderse, o si lo hace quede por ello excluido el grupo. Se dan estos casos cuando hay ciertos niños que se ríen de otro, cuando le insultan o le ponen un mote ofensivo, cuando le ignoran o le echan la culpa de algo que ha salido mal, no le hablan, dejan de incluirle en sus planes, no quieren hacer ejercicios con él, no le pasan el balón durante el juego.

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Foto: https://www.coachup.com

Sea cual sea el tipo de acoso, la reacción más visible es la que repercute en el rendimiento deportivo del chico acosado. Antes de ciertos hechos era efectivo y de repente ha dejado de serlo, su actitud en el terreno de juego ha cambiado a mal. Ahí es donde entra la figura del entrenador, ya que es la persona adulta que tiene más contacto con los chicos y su obligación cosiste no solo en lo puramente técnico sino en la gestión psicología del grupo. El conocimiento de cualquier sospecha d cambio negativo en un chico debe activar de inmediato la implicación de los responsables deportivos a fin de optar por aplicar las medidas oportunas a fin de solventar el problema y volver a la normalidad, no solo por el bien del chico afectado sino por el bien de todo el conjunto.

A veces se dan casos donde el propio entrenador es quien se convierte en el acosador que, por razones desconocidas, la toma con un jugador, no valorando sus capacidades, remarcando más sus errores que aciertos, no motivándole progrese, castigándole sin jugar los minutos que debería, o transmitiéndole frases desmotivadoras como no sirves para…no tienes el nivel mental que deberías tenerno tienes ni pu…a idea de…, o insultos como… eres tonto o quéasí no vas a llegar a ninguna parteestás estropeando el trabajo de tus compañeros, tus compañeros lo hacen mejor que tú  todo eso, una y otra vez, termina por doblegar al más fuerte, especialmente cuando el chico afectado ve que el entrenador tiene a sus chicos favoritos y él es desterrado sin motivos claros.

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En fin, el respeto entre todos es un objetivo que debe fomentarse desde toda la comunidad deportiva: dirección del club, coordinación y entrenadores. Su objetivo no solo es formar técnicamente, sino generar también un buen “feeling” entre todos. No debe olvidarse que el fútbol es un trabajo de equipo y tener un chico mal en un equipo supone una tremenda debilidad para el conjunto. Es por ello que es necesario que los clubes empiecen a trabajar este tema, especialmente aquellos que tratan con niños. Deben tomarse en serio el hecho de crear y poner en práctica reglas de convivencia, compañerismo y respeto adecuadas, así como disponer de protocolos anti-acoso para evitar que el “bullying” se instaure en los campos y equipos de fútbol. Sin lugar a dudas, los entrenadores deben ser buenos gestores psicológicos, de lo contrario mejor que se dediquen a otra cosa.

Carlos Flaqué Monllonch